Por Silvia Naishtat para Clarín / Economía / noviembre 2019
Con dólar alto y apertura de mercados se generó una revolución silenciosa en varias producciones regionales que tienen mercado en el exterior. Les falta crédito para crecer más.
Cultivar desde nuez pecan, olivos a pistacho, o las ya conocidas peras, manzanas y el kiwi orgánico de Mar del Plata; requiere tiempos generosos, al menos seis o siete años hasta obtener los primeros frutos, siempre que la plantación evolucione favorablemente. En la Argentina no hay ningún proceso productivo que tarde tanto. La soja demora seis meses y los maíces, cada vez más precoces, 5 meses. El ciclo ganadero, 3 años.
Quienes están en esa faena, sueltan que para facilitar las cosas debe haber suficiente riesgo compartido, una especie de sentimiento de comunidad entre el Estado y el sector privado. Algo que pocas veces se logra en una Argentina instalada en la urgencia por sus ciclones económicos. Pero aún en estas condiciones, muchos planificaron a largo plazo proyectos inteligentes que en conjunto aportan desde Catamarca, La Rioja, Mendoza, la Patagonia y el Norte, unos US$ 3.000 millones sin contar la pesca que este año escalará a los US$ 2.500 millones. Esos productores aseguran que las posibilidades son infinitas si el entorno acompaña. Y que vale la pena. Son los “unicornios” de las economías regionales.
En estos años, la combinación de apertura de mercados y dólar alto permitió desplegar una revolución silenciosa. En el caso de peras y manzanas, aquellos que pudieron reconvertirse con nuevas variedades obtienen rindes que quintuplican los promedios.
Argentina también cuenta con las primeras cerezas de la temporada global en Mendoza y con las últimas en los Antiguos, Santa Cruz: se plantan en campos de US$ 20.000 la hectárea y el kilo se cotiza a US$ 8.
El pistacho de San Juan se considera uno de los tres mejores de la tierra, después del que se obtiene en Estados Unidos e Irán. Claro que se necesita riego, pero a energía solar. Lo mismo ocurre con los olivos que cargan en su costo la energía eléctrica.
Y la acuicultura de Neuquén, con proyectos de trucha salmonada, ya está compitiendo con Perú. A su vez, se vive un boom de la nuez pecán con una producción que se duplica cada año en Entre Ríos, Tucumán, Buenos Aires, y Catamarca. De las 300 toneladas que se producen, se exporta el 70%.
En el caso del pistacho, un rubro liderado por Marcelo Nemirovsky, de Pistacho de los Andes, se embarca el 95%. El 100% del kiwi orgánico de Mar del Plata, donde talla Luis Franch, de Sierra de los Padres, se vende al exterior. En cuanto al nogal, se embarca el 60%, el arándano, un 90%. Es la misma proporción que las cerezas donde Alejandro Zimermann está multiplicando presencia en China. En esa producción lidera la familia de Alejandro Bulgheroni, cuya base de operaciones es Chubut y va por más. El olivo tiene sus altibajos, de acuerdo a Asolcat ( Asociación Olivícola Catamarqueña), por la competencia española, griega e italiana.
Pero los nogales de Catamarca, San Juan y Mendoza son famosos en el mundo. A todo esto se viene otra transformación para el Norte: en vez de enviar la soja y el maíz al puerto de Rosario, están decidiendo transformarlo in situ en proteína animal ya sea pollos y cerdos. En eso se encuentra Granja Tres Arroyo, de Joaquín de Grazia, en el Chaco. Los expertos sostienen que recién se arranca en estos segmentos mano de obra intensiva.
-¿Qué falta?, se les preguntó.
-Crédito para acelerar el ritmo de crecimiento, pero deben ser préstamos con años de gracia para comenzar a pagar cuando se ingresa en producción. Hay fondos de inversión dispuestos y siempre está la salida al mercado de capitales. La intención es que las provincias y el sector privado se unan para generar ese financiamiento con un mecanismo de garantías y control. Siempre con una tasa sensata como la internacional Libor más dos o tres puntos por el riesgo argentino.